
A la Universidad Técnica de Ambato le correspondió el honor de compartir la más alta calificación con las universidades estatales de la trayectoria de las universidades: Espol, Politécnica Nacional, Politécnica de Chimborazo, Politécnica del Ejército y las centrales de Quito, Guayaquil y Cuenca, así como con cuatro universidades privadas como la Católica, Azuay, San Francisco y Loja. No erró el Conea al reconocer las fortalezas académicas y administrativas de la UTA, ubicándole dentro de la primera categoría. Se equivocó, en cambio, cuando desplazó a dos prestigiosas universidades ambateñas, la Uniandes y la Indoamérica (UTI) a lugares muy secundarios.
En los últimos tres lustros Ambato se consolidó como ciudad universitaria debido a la presencia gravitante de estas tres universidades, importantes generadoras de conocimiento y, además, de dinamismo económico. A la Universidad Indoamérica se la incluyó, injustamente, en un grupo de universidades que carecen de infraestructura y seriedad académica. Apareció repentinamente, junto a universidades que reparten títulos en los "dos o tres cuartos" donde "enseñan" a estudiantes perezosos intelectualmente bajo la dirección de profesores dedicados a pasar por alto el rendimiento estudiantil.
Los ambateños hemos sido testigos del notable crecimiento institucional de la UTI, con sus impecables instalaciones de la calle Bolívar y de la avenida Manuelita Sáenz. Edificios modernos, junto a casonas restauradas, forman parte de la infraestructura en Ambato. Las instalaciones con las que cuenta en Quito son aún más grandes e imponentes. En conjunto alberga a unos diez mil estudiantes del país.
Más allá de la infraestructura física, la UTI tiene una alta dirección preparada y un equipo de docentes, no solamente de Ambato sino del país, suficientemente informado y capacitado para formar técnicos y profesionales. Por sus programas de Maestría han pasado, como profesores o estudiantes, magistrados, fiscales, empresarios. El Conesup le ubicó, a nivel nacional, en el puesto 12 en titulación docente.
Las universidades ecuatorianas deben ser evaluadas y depuradas. Las ineficientes deben dejar de operar como universidades y sobrevivir, en el mejor de los casos, como institutos. Lo que no está bien es que se coloque a universidades serias y con infraestructura en una inmerecida situación de incertidumbre, como ha ocurrido con la UTI.
Cuando al Presidente de la República se le preguntó, después de sus críticas a la Universidad Católica de Guayaquil, si había verdaderas universidades de economía, respondió que solo tres facultades eran serias: la de la Católica de Quito, la de la ‘San Francisco’ y la de la Espol. En el informe del Conea estas universidades figuran en un lugar estelar, mientras que la Universidad de Guayaquil fue relegada a escalón intermedio.
Si vamos a construir un país próspero, la universidad ecuatoriana debería ponerse a formar ciudadanos capacitados y visionarios. El Cardenal Newman, en Irlanda, a mediados del Siglo XIX , cuando se estructuraban las universidades que conocemos hoy, dijo, a propósito de la educación superior: “En la verdadera universidad se forma un hábito mental que perdura toda la vida, cuyos atributos son la libertad, la imparcialidad, la moderación, la calma, la sabiduría… el hombre que ha aprendido a razonar y pensar, a comparar , discriminar y analizar, que ha refinado su gusto, formado su juicio y agudizado su visión intelectual, no se convertirá de inmediato en abogado, médico, hombre de negocios, ingeniero, estadista, sino que su intelecto estará en condiciones de elegir cualquiera de estas ciencias o vocaciones con una facilidad, versatilidad y éxito, que a cualquiera otro le serán desconocidas”.
(*) El doctor Luis Fernando Torres, en la actualidad, es Presidente de la Corporación Autogobierno y Democracia, y fue tres veces Alcalde de Ambato y dos veces Diputado de la República del Ecuador.